Esa frase que me se de memoria y que no soy capaz de asumir.
Creo que madurar incluye asumir esa frase y trabajo mucho por asumirla, pero es difícil para mí.
Es difícil porque yo creo en la gente, creo que todo el mundo tiene algo mágico para dar y que la gente no es mala porque si, si no que tienen razones.
Entonces cuando aprecio mucho a alguien, cuando quiero a alguien, espero que haga eso que yo haría en su situación y ahí es donde me equivoco, porque si quiero a alguien como para que me importen sus acciones debo de asumir como son y que no actúan como yo.
Pero también es contradictorio porque yo siento que si me quieren deberían hacer eso que yo haría, porque no haciéndolo me hacen sentir que no les importo.
Esa es la reflexión de siempre, la conclusión a la que llego cada vez que me pasa algo de esto.
Pero entonces solo puedo dividir la respuesta en dos opciones. Uno, que la gente es egoísta y al final siempre acaban pensado en ellos. O dos, que no soy tan importante como ellos lo son para mí.
Y no sé cuál de las dos opciones me duelen más.